Cuento ambiental #5

Cuento ambiental #5

Ella

En un lugar muy remoto pero hermoso del mundo existió un reino llamado Vibosquel; allí los aldeanos gozaban de grandes praderas, bosques, lindos ríos, árboles frutales y diversos animales, pero los aldeanos pensaban que todo eso no era suficiente, que sus casas eran pequeñas, que sus cultivos no estaban suficientemente regados y que era muy poca la comida, así que armados de lanzas, hachas  y baldes comenzaron a matar los animales, talar los árboles y extraer cantidades descomunales de agua.

Una mujer que veía todo aquello se sentía muy triste  porque los aldeanos no veían lo hermoso que era todo aquello que destruían y no valoraban el esfuerzo que ella hacía para enviarles la brisa matutina que refrescaba sus cultivos, el amor  que le daba a sus flores para que crecieran y el trabajo que hacía para que aquel  melocotón que comían fuera jugoso y dulce, así  que un día, llena de furia, decidido que para la próxima luna llena los aldeanos serían ciegos de verdad.

Aquel día ella muy decidida cumplió su promesa, y como era de esperarse los primeros días fueron caos total, pues los aldeanos no entendían lo que sucedida, pero ellos se acostumbraron  a su falta de visión y comenzaron a sentir algo que antes ignoraban: las mujeres que tenían  canarios y ruiseñores enjaulados  oían algo de tristeza en sus cantos, los leñadores sintieron desconsuelo en el batir de las hojas de los árboles  y los niños  por fin notaron la falta de los chirridos  en los grillos y los zumbidos de las ovejas; todos ahora notaban  aquellos ausencias y tristezas que habían causado. La mujer, al ver que los aldeanos finalmente se debían cuenta del año que habían hecho, y además, que lejos estaba de tener un corazón frio y de roca, decidido que los ayudarían a rehacer todo lo que habían perdido.

Ella trabajo muy duro y los aldeanos no se quedaron atrás ya que guiados por sonidos y olores comenzaron a sembrar semillas de árboles, a despejar  la ribera del rio y los niñitos llevaban el resto de sus frutas a los animales del bosque. Al cabo de unas cuantas lunas llenas los aldeanos muy felices volvieron a escuchar alegres melodías de aves, pequeños zumbidos y craqueos en las praderas, olores dulzones en sus jardines y a sentir bajo sus pies la hierba mojada por la brisa de la mañana. La mujer muy feliz y satisfecha vio que los aldeanos si notaban esos lindos y pequeños detalles que ella hacía para ellos, y al día siguiente los aldeanos despertaron muy alegres y se dieron cuenta de que podían ver de nuevo.

Desde entonces, el reino Vibosquel se preserva tal y como estaba en aquellos tiempos bellos. Pueden llamarle a ella bruja, Madre Tierra o hasta Pachamama, sólo sé que ella  enseñó a valorar mi reino, la hermosa naturaleza que nos rodeaba y, sobre todo, a preservarla. Ella nos quitó la vista, pero nos terminó devolviendo la vida.  

Autor: Sara Elorza Gómez

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