Cuento ambiental #13

Cuento ambiental #13

La anciana

Cada mirada al espejo era un motivo para sufrir, los años que antes pasaban la llenaban de orgullo, ímpetu y coraje, entre más pasaba el tiempo se descubrían en ella riquezas y maravillas, el tiempo no era su enemigo sino su, mejor aliado; sin embargo, hoy el pasar de los años cobra una cuota muy alta, se lleva consigo esa majestuosidad que en algún momento de su larga existencia la hicieron única.

Las lágrimas llenaron sus ojos ante la impotencia de reconocer que no era su culpa, que hoy los años no la llenaban de gozo sino de dolor. Sentirse vieja antes la llenaba de misterios y encantos, pero hoy no era la vejez la que se estaba encargando de marchitarla, era ese calor que no sabía de donde venía, algo que pasaba muy lejos de donde ella vivía y que la estaba llevando a morir.

Su cabellera blanca empezó a caer, las personas le quitaron sus vestidos y la dejaron desnuda, y donde antes crecía un frondoso vello hoy solo hay despojos de una piel seca y árida.

Pero la Sierra dio un gran suspiro, tomó aire y gritó, las aves volaron alrededor de ella, muchas  personas entendieron el daño que le hicieron a la única grande que existe en la orilla del mar, la declararon protegida y la volvieron a vestir de su rica biodiversidad, pero su cabellera blanca se seguía cayendo.

Miro hacía sus pies para buscar respuesta de lo que pasaba, se encontró en sus piernas con una nube gigante de humo negro que no la dejaba ver que sucedía aún más abajo, sopló con fuerza para quitar esa nube y abajo, en la ciudad, corrió después de mucho tiempo una brisa fresca y pura, pero lo que ella vio la llenó de nostalgia por eso decidió cerrar los ojos.

Por eso hoy los ríos no tienen agua ni llueve con la misma intensidad, la Sierra cerró sus ojos debido a que entendió porque su enorme cabellera blanca se agotaba, entendió de donde venía ese incesante calor y supo que aquellos que se encontraban a sus pies estaban haciendo muy poco para salvarla puesto que no dependían solo de ellos, sino de aquellos que respiraban cruzando el océano, de aquellos que alzaban grandes industrias y de otros que se vestían para parecer llenos de dignidad con los oídos y los ojos cerrados, pero con las manos abiertas para llenarlas de dinero.

Hoy la sierra sigue con los ojos cerrados, pero cuando esporádicamente los abre llora toda su intensidad, se inundan los pueblos y las ciudades, se desliza la tierra y se erosiona el suelo, pero luego de esa tormenta como toda madre cesa para que salga el sol y vuelve sierra cerrar sus ojos para no ver además cómo se está quedando calva.

A la Sierra Nevada de Santa Marta que hoy sufre un histórico deshielo por el calentamiento global. 

Autor: Cindy Johana Consuegra Acero.

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